¿Dónde reside la verdad? ¿En qué lugar se encuentra lo real? ¿Dónde se halla nuestro propio yo? Tal vez el vertiginoso fluir de la historia apenas nos deja un instante para estar con nosotros mismos, lo que nos conduce a un permanente estado de confusión individual y colectiva. No estamos ni somos, simplemente transcurrimos.
Vivimos en un universo de realidades alternativas en donde el ruido impide que nos escuchemos, que hablemos, que dialoguemos. Volvemos cada vez más al blanco o negro, al bueno o el malo, un dualismo empobrecedor, negativo, inquietante y limitador.
La vida está llena de múltiples y variados matices, expresiones, opiniones, criterios, valores, de seres humanos en definitiva. Impedir esta multiplicidad, esta variedad, no sólo niega la posibilidad de descubrir nuestro propio yo, sino que impide el progreso del ser humano.
A lo largo de los últimos años César Blay (Valencia, 1978) ha construído una narrativa (sus series: ego, estado de desánimo, juegos ocultos y su reciente El hombre que no sabía lo que buscaba y lo encontró) en la que la ficción, lo ilusorio, la simulación y, en cierta medida, el humor, se entremezclan para proponernos sus propias reflexiones en la búsqueda de sí mismo.
Sus imágenes nos remiten a un universo paralelo en el que lo real se desborda en una multiplicidad de realidades. A través de su personaje, un alter ego, nos adentra en un mundo absurdo, de contradicciones, onírico, impensable. Acaso, un fiel reflejo del momento en el que el ser humano se encuentra.
Foto portada: Me busco y no me encuentro, 2015, de su serie ego.
Galería: de sus series ego, estado de desánimo y El hombre que no sabía lo que buscaba y lo encontró.