Alguien dijo que no somos más que nuestras propias creencias, en definitiva, aquello que pensamos de nosotros mismos, de nuestra experiencia y de nuestro saber, y ello aunque creer no sea más que dar por cierto algo sin poseer evidencias de ello. En la vida actual esta aseveración cobra un protagonismo e interés sociológico inusitado desde el momento en el que pareciera que el ser humano ha perdido la fe en el conocimiento para abrirle los brazos a las dudosas certezas que le brindan los rumores y los esloganes.
Durante siglos el conocimiento constituyó el fundamento en el que las personas comprendían teórica o prácticamente los hechos que conformaban la realidad. Hoy, la realidad no es más que una noticia que circula por las RRSS a la que, cada vez más, una inmensa mayoría de humanos convierten en una creencia y en una verdad.
Las tradiciones siempre han estado del lado cercano de las creencias, de los usos y costumbres de una sociedad que las constituía con un afán de preservación y transmisión de generación en generación y cuya base se fundamentaba en principios culturales, sociales o religiosos. Muchos vinculan las tradiciones a una visión conservadora del mundo por tratar de mantener intactos ciertos valores a lo largo del tiempo, lo que no vendría sino a ser un intento de evitar el progreso y la evolución de las sociedades.
Daniel Ochoa de Olza (1978, Pamplona, España) ha dedicado gran parte de su carrera a documentar las tradiciones españolas y en la presente serie La Maya nos muestra como cada primavera, las familias del pueblo español de Colmenar Viejo, con hijas de entre 7 y 11 años, se reúnen para decidir cuál de sus hijas tendrá el honor de ser elegida como protagonistas anual de La Maya, un rito colectivo de esa estación que se remonta a la época medieval.
Las familias participantes son honradas si su hija es seleccionada de entre las docenas de niñas que solicitan participar en esta tradición local debiendo luego construir y decorar altares con flores aromáticas y hierbas recolectadas del campo circundante. Las elegidas son vestidas con bellos atuendos y trajes y una corona de flores adornando sus cabezas. No hay reglas escritas, todo se ha transmitido oralmente de generación en generación. A medida que las multitudes pasan durante las dos horas que dura el acto, las niñas deben quedarse sentadas perfectamente inmóviles y sus expresiones faciales son una señal de la seriedad con la que se toman sus papeles.
Foto portada y fotos: de la serie La Maya de Daniel Ochoa de Olza
La serie se muestra también en: National Geographic – Magazine