La fotografía es hoy un conglomerado de usos y prácticas que se desarrollan en torno a las herencias de tiempos pretéritos y a las mutaciones del presente. Reflexionar, en la actualidad, a cerca del mundo de la imagen es aceptar la deriva de los límites de la fotografía en un momento en el que lo digital y la imagen en movimiento se entremezclan con ella ya de forma definitiva, provocando con ello la consideración de plantearnos la pregunta de saber qué es hoy la fotografía.
Se puede etiquetar la fotografía de múltiples maneras a través de una pluralidad de géneros: retrato, paisaje, documento, arte, personal, conceptual…Podríamos,incluso, abordar el universo de la fotografía desde una perspectiva histórica en relación con otras formas plásticas o también desde planteamientos filosóficos en los que especularíamos sobre las nociones teóricas sobre las que se ha constituido y constituye su esencia y naturaleza.
Sin embargo, a pesar de cualesquiera clasificaciones o argumentos que sobre ella estableciéramos, sigue estando presente en ella la noción de memoria como algo prácticamente indisoluble a la misma, como algo que en mayor o menor medida aparece adherido a la imagen fotográfica cualesquiera que fueran sus prácticas, ya sea en la praxis actual como la de la apropiación, hibridación o recontextualización o en aquella otra en la que la idea de la representación se utilice en un sentido más tradicional.
En alguna ocasión he comentado el auge adquirido por la denominada fotografía documental en los últimos tiempos y cuya justificación podría estar sustentada en alguna de estas variables. De un lado, debido al acceso masivo de la población a la producción de imágenes al hacer uso de equipos y tecnologías diversas y fácilmente accesibles. De otro, en el desarrollo de lo que algunos definen como la sociedad de la imagen, alentada por las diferentes crisis sociales y económicas que supondrían la necesidad de constatación de una realidad auténtica frente a la realidad mediática y finalmente, como secuela de las anteriores, en la posibilidad de constituir relatos en los que la fotografía actuaría a modo de escritura y cuyo colofón sería el foto-libro.
La serie Forgotten Land de la fotógrafa Eleazar Ortuño (Granada, 1983) tiene como leit-motiv el tiempo, el espacio y la memoria, en el contexto límite de una catástrofe natural sumida en el olvido desde 2010 y que aconteció en la isla de Java, ese año, con la erupción del volcán Gunung Merapi.
Configurada también como un libro, esta obra fotográfica gravita sobre las personas, lugares y objetos que sobrevivieron al desastre para sernos presentados como algo totalmente irreal.
Es la fotografía a modo de escritura, de narración, de historia… la fotografía como único lenguaje capaz de hablarnos desde el silencio.
Nota: Forgotten Land se expone actualmente en la Kursala (bajo el comisariado de Jesús Micó) de la Universidad de Cádiz.
Foto portada y fotos: de la serie Forgotten Land de Eleazar Ortuño.