Creo que fue J. C. Lemagny -hace muchos años- a quien oí hablar por primera vez de la fotografía en tanto literatura, lo que para él suponía una especie de construcción de la imagen como palabra capaz de contarnos historias. Con el tiempo, aquella premonición suya ha desembocado en una forma fotográfica en la que la imagen se constituye en núcleo narrativo. No se trata de que la fotografía, de forma secuenciada y seriada, nos cuente un relato, sino más bien de que la imagen sola e individual contenga y encierre en sí misma, el principio, nudo y desenlace, que son propias de cualquier narración.
La fotógrafa holandesa Ellen Kooi (Leeuwarden, 1962) es una fiel y magnífica representante de este modo de hacer fotografía que en los últimos años ha tenido un aclamado reconocimiento por parte de la crítica y de las instituciones artísticas.
Su original obra aparece configurada por algunas claves que la hacen muy característica. De un lado se pone de manifiesto una recurrencia a la puesta en escena y a la construcción teatral de la imagen, que -sin duda- se fundan en sus orígenes como fotógrafa de teatro. Por otra parte, en muchas de sus imágenes se aprecia un recurso evidente al absurdo, al humor y al surrealismo, que -en definitiva- forman parte de la tradición artística de su país. También se hace presente, en sus trabajos, el uso de la tecnología digital, lo que no viene sino a significar un enlace con otros muchos fotógrafos holandeses que se expresan a través de la fotografía manipulada. Por último, resalta la composición cinematográfica al estilo de Hitchcock en la utilización de ángulos de toma muy bajos o su predisposición al formato panorámico, más propio del cine que de la fotografía.
Una obra sorprendente, fascinante y encantadora, en la que Ellen Kooi nos invita a pasar a un mundo mágico como el de Alicia en el Pais de las Maravillas, en donde realidad y sueño se confunden permanentemente.
Fotos: Ellen Kooi
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