Siempre se han atribuido a la fotografía distintas cualidades sobre las que se ha escrito y teorizado mucho. La instantaneidad sea tal vez la más presente en tales reflexiones, sin embargo constantemente me he sentido atraído por otra de ellas que casi siempre ha pasado más desapercibida y que se refiere al silencio.
En la mayoría de la producción fotográfica realizada a lo largo de su historia hasta hoy en día, invariablemente, el silencio era playas vacías, calles desiertas, gente durmiendo, retratos de personas, espacios interiores de museos, teatros, bibliotecas e iglesias a los que se les otorgaba un estatismo carente de tiempo o de presencia humana.
No obstante, nuestra existencia está abierta tanto a lo tangible como a lo simbólico. Lo tangible se encuentra siempre próximo a nuestros sentidos, pero lo simbólico sólo puede extenderse a las posibilidades infinitas de nuestro espíritu y como dijo Christopher Meatyard , sólo será a través de la imagen fotográfica como podremos confrontar nuestra conciencia simbólica del mundo.
Para la fotógrafa Estela de Castro (Madrid, 1978) en cada acto de mirar hay una expectativa de significado y toda apariencia es una expectativa de un mundo a punto de revelarse ante nuestros sentidos. Las imágenes de su serie Resiliencia son una fragmentación de un mundo detenido, estático, parado, en las que lo tangible apela a nuestra conciencia, a nuestra sensibilidad, a nuestras capacidades de percepción para mirar y desentrañar lo que en ellas se nos dice, pues constituyen la esperanza de una continuidad, de una reanudación, de una nueva realidad. Detenerse en sus imágenes es detenerse en el mundo para oír su mudez.
Siempre he creído, tal vez como Estela de Castro, que la fotografía es la única manera de atravesar el mundo en silencio.
“Quiero que el mundo se pare, recapacite y vuelva a empezar”. Hace dos años escribí estas palabras en una libreta. La compré para poner en ella las cosas que quería para mi vida. En marzo de 2020, el mundo se detuvo, mi vida quedó congelada por la pandemia. Durante semanas sentí que mi cuerpo pesaba demasiado, mi mente se bloqueaba, y el miedo y la incertidumbre me recorrían de pies a cabeza.
Y en ese estado de incertidumbre me dediqué a observar detenidamente la luz que entraba de diferentes formas por las ventanas de mi casa. Pasé largas horas con mis perros y mis gatos. Disfruté de los paseos cortos en silencio que podía dar con ellos, solo escuchando el sonido de los pájaros, vi como la naturaleza se abría paso en primavera y como el cielo cambiaba del gris al azul.
Generé vínculos con mi entorno, fragmenté el mundo para crear otra realidad, más amable, más poética. Encontré el silencio que tanto necesitaba para descubrir que estaba rodeada de belleza.- Estela de Castro.
Foto portada y fotos: de la serie Resiliencia de Estela de Castro.
https://esteladecastro.com/ Instagram: @estela_de_castro
Different qualities have always been attributed to photography, and much has been written and theorised about. Instantaneousness is perhaps the most present in such reflections, however I have constantly felt attracted by another of them which has almost always gone unnoticed and which refers to silence.
In most of the photographic production carried out throughout its history until today, invariably, silence was empty beaches, deserted streets, people sleeping, portraits of people, interior spaces of museums, theaters, libraries and churches that were given a statism lacking time or human presence.
But our existence is open to both the tangible and the symbolic. The tangible is always close to our senses, but the symbolic can only extend to the infinite possibilities of our spirit and, as Christopher Meatyard said, it is only through the photographic image that we can confront our symbolic consciousness of the world.
For photographer Estela de Castro (Madrid, 1978), in every act of looking there is an expectation of meaning and every appearance is an expectation of a world about to reveal itself to our senses. The images in her series Resilience are a fragmentation of a stopped, static, still world in which the tangible appeals to our conscience, to our sensitivity, to our capacities of perception to look at and unravel what is told to us in them, because they constitute the hope of a continuity, of a resumption, of a new reality. To stop in its images is to stop in the world to hear its muteness.
I have always believed, perhaps like Estela de Castro, that photography is the only way to cross the world in silence.
Says the author:
«I want the world to stop, to rethink and to start again»
Two years ago I wrote these words in a notebook. I bought it to put in it the things I wanted for my life. In March 2020, the world stopped, my life was frozen by the pandemic. For weeks I felt my body was too heavy, my mind was blocked, and fear and uncertainty ran through me from head to toe.
And in that state of uncertainty I watched carefully the light coming in from the windows of my house in different forms. I spent long hours with my dogs and cats. I enjoyed the short walks in silence that I could take with them, just listening to the sound of the birds, I saw how nature made its way in spring and how the sky changed from grey to blue.
I generated links with my environment, I fragmented the world to create another reality, more friendly, more poetic. I found the silence I needed so much to discover that I was surrounded by beauty – Estela de Castro.
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