Fotografía contemporánea por Francisco González Fernández.

In Memoriam

Miguel era una persona estricta, seria, en ocasiones intransigente, poco dado a las efusiones, pero muy honesta y, en el fondo, de buen corazón. Chapado a la antigua y forjado en una dura disciplina moral y personal, de las de antes.

Entregado hasta el último aliento al trabajo y a los compromisos laborales y empresariales, pero no por dinero ni por ambición, sino porque el trabajo hay que hacerlo siempre bien, cueste lo que cueste, aunque no quede tiempo para las aficiones y los gustos personales.

Claro que el trabajo en la empresa nunca acaba, siempre parece que hay una hora a la que todo finaliza, pero es un espejismo, un vano intento que te lleva hasta el final de tus días sin darte cuenta.

Miguel se ha marchado, seguramente a revisar las cuentas del cielo o a llamar la atención sobre todo aquello que no está bien hecho. A poner orden, vaya, a decir cómo hay que hacer las cosas.

Aún recuerdo cuando me sentó en un saloncito de su primera casa en Fuerteventura, para hacerle pedir la mano de su hija y examinarme sobre todo aquello que le convino saber. Ese mismo lo día lo pillé. Detrás de aquella convención y seriedad, detrás de aquella estricta postura, se escondía un corazón generoso, amante y protector de su familia. Daba igual lo que respondiera, si su hija era feliz, él también lo era.

Todo un personaje. Me alegro de haber viajado con él por la vida.

Buen viaje, Miguel. Nos vemos en Isla de Lobos.

In Memoriam de Miguel Gil Martel

Foto: Isla de Lobos de turismodecanarias.com