De nuevo es Navidad y muy pronto será Año Nuevo. Desde hace mucho vivimos una travesía del desierto. Desde hace demasiado tiempo nos enfrentamos a una crisis a la que nadie, ni antes ni ahora, ha querido enfrentarse con las necesarias medidas estructurales, y no meramente coyunturales, que permitieran salir de la profunda sima en la que nos encontramos.
Desde hace muchos años, escribir en fechas como éstas, se me hace francamente complicado y difícil. Cómo escribir sobre la felicidad cuando tantas y tantas personas carecen de ella y no tienen la más mínima posibilidad de sentirla y vivirla.
No hablo de personas a miles de kilómetros de nosotros. No se trata de pueblos y seres de otras civilizaciones y culturas que pudieran parecernos alejados y ajenos a nuestra realidad (lo que tampoco y en ningún caso nos debería servir como excusa) sino de amigos, familiares, vecinos, conciudadanos nuestros, que están sin trabajo, sin casa, sin negocio, sin empresa.
Sí, es verdad, otro año más en el que escribir sobra la Navidad, sobre las Fiestas, la Prosperidad y el Año Nuevo resulta un ejercicio indebidamente vacío, superfluo y carente de sentido, cuando no debiera serlo nunca para nadie.
Nos han quitado el empleo, nuestra casa, nuestras becas de estudio, nuestros derechos sociales y sanitarios, rebajado nuestros sueldos, cercenado nuestra cultura y nuestra inteligencia, obligado a emigrar a otros países para encontrar un futuro, exigido pagar, durante décadas, unas deudas que no eran nuestras, impedido que podamos decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra vida, incluso, que podamos manifestar públicamente nuestras opiniones y nuestras críticas.
Pero todo esto no es lo peor. Lo verdaderamente terrible es aquello que nos han dado. La creencia de que todo esto tenía que pasarnos, que todo esto nos lo teníamos merecido, que somos los únicos culpables de toda esta desgracia y que son ellos, ellos… los únicos que nos podrán sacar de esta horrorosa situación.
Son unos días en los que parece aceptable cualquier tregua que aminore el sufrimiento y está bien que sea así… pero la Navidad y el Año Nuevo también son fechas en las que formulamos nuestros mayores y mejores deseos, aquellos que verdaderamente deseamos se puedan cumplir.
Por ello deseo a todos el esfuerzo, la tenacidad, la solidaridad y la dedicación sin desmayo, sin límite, para cambiar este estado injusto, este trato inhumano, este desprecio a nuestra dignidad, decididos a no tolerar tanta estulticia, tanta corrupción, tanto cinismo y tanto abuso.