Fotografía contemporánea por Francisco González Fernández.

Lynsey Addario «Fotografía y Guerra»

A nadie debería dejar de importarle el dolor o la muerte ajenas, mucho menos cuando las víctimas de ese dolor o esa muerte se refieren a niños o niñas. Nadie debería ser indiferente a la aflicción que supone el sufrimiento de críos o crías cuyo único «delito» ha sido el de confiar en que nosotros como adultos haríamos todo lo humanamente posible para preservarles de toda pena.

Sin embargo me resulta repugnante y repulsiva la utilización de la muerte de un niño o una niña para hacer apología de ideologías cuyo único sustrato se encuentra en la oportunidad de conseguir votos, papeletas que aplaudan su idea de cómo construir una mejor sociedad, cuando curiosamente esas ideas suyas se basan en imposturas, mentiras, verdades a medias, manipulación mediática, cinismo e hipocresía.

No es soportable ver como unos y otros se rasgan las vestiduras de dolor ante una muerte y no ante otras muchas. Ninguna muerte violenta de nadie es menos dolorosa que otra, ninguna muerte de un niño o una niña es más soportable que otra. Resulta totalmente farisaico seguir ocultando mediáticamente unas muertes de otras, porque en realidad somos todos responsables de la muerte a causa de la guerra, de la inmigración, de la persecución, del hambre, de la violencia de género o de la furia violenta sin más.

Nos conmovemos y sublebamos cuando un niño, entre nosotros, muere cruelmente, pero miramos a otro lado cuando tomamos de una playa un cuerpo sin vida de otro pequeño que solamente intentaba estar con nosotros, o cuando vemos sus frágiles cuerpos inánimes entre escombros después de haber sido bombardeada su casa, o cuando son decapitados por pertenecer a una secta distinta a la dominante, o cuando son tiroteados mientras trataban de estudiar en su aula.

La violencia no es sólo la muerte, la violencia es también la segregación, el racismo, el clasismo, el machismo y todo abuso de poder por razón del sexo, raza, ideología, religión o condición social y humana.

Lynsey Addario (Norwalk, USA, 1973) es una fotoperiodista que trabaja regularmente para The New York Times, National Geographic y Time Magazine. Las imágenes que les presento pertenecen a distintos escenarios de guerra o violencia acontecidos en los últimos años y que han sido cubiertos por ella no sólo con extraordinaria profesionalidad sino con grave riesgo para su vida, las guerras de Syria, Ukrania, Afghanistan, Iraq, Uganda, Darfur, Congo, las crisis de los refugiados y desplazados, el Genocidio de los Rohingyas son solamente algunos de los conflictos que recogen sus fotografías y me parecen de lo más apropiadas para la reflexión que les hago más arriba.

 

Foto portada y fotos: diferentes series, de Lynsey Addario.