Naturaleza, territorio, paisaje, fotografía, arte…. A lo largo de la historia estas nociones han tenido significados distintos y variados, incluso polémicos y controvertidos. El paisaje habría surgido cuando el hombre se detuvo a mirar la belleza, la estética de la naturaleza. Hoy puede decirse que trata de encontrarlo, allí donde puede, incluso en el más oculto rincón de cualquiera de sus propias ciudades. El territorio habría aparecido en el momento en que el hombre tomó la decisión de ordenar el caos aparente de la naturaleza y de someter las leyes de aquella a sus propias leyes. Tal vez muy pronto no le quede espacio ya que ordenar. El arte habría nacido en el momento que el hombre se dio cuenta de que podía reproducir su mirada. Y finalmente, la fotografía habría llegado la última para ayudarnos a reencontrarnos con el mundo.
Hoy, la fotografía actual nos ofrece un escenario enorme y amplio de nuevas significaciones que no alcanzamos a ver con claridad, pero entre las que debemos de saber encontrar aquellas que nos denuncian a nosotros mismos. Siempre me gustó este pensamiento de De Kooning: considerar que la naturaleza es caótica y que el artista está llamado a poner orden en ella, era y es un punto de vista totalmente absurdo, pues a lo único que podemos aspirar es a tratar de poner orden en nosotros mismos.
Thomas Wrede no quiere ordenar nada, tan sólo trata de objetivar la naturaleza a través de su propia subjetividad, en una tarea que, en pleno siglo XXI, parece superflua pero que resulta fundamental, ahora que el hombre celebra su triunfo sobre ella al haberla sometido a sus propios intereses y pasiones. Desde una perspectiva meramente formal se podría decir que Wrede se enfrenta, a la cuestión de lo visible, pero lo esencial de su planteamiento se ubica en el ámbito del significado. Creo que él, esencialmente, ha comprendido que la existencia misma de la naturaleza anida en el seno de nuestra imaginación, como un fenómeno consustancial a la propia esencia humana.
La mirada individual es una percepción, ante todo, visual del mundo. La mirada del artista es una percepción no sólo del mundo sino, también, de sus apariencias. La cuestión que nos propone no se plantea en cuanto retorno a una naturaleza para recrearla o reinterpretarla. Se trata de volvernos hacia ella para reencontrarla y – en consecuencia – para reencontrarnos a nosotros mismos. En está búsqueda a ciegas que realizamos, Thomas Wrede con sus simulacros y metáforas, nos ilumina el camino haciéndonos ver que lo más importante de sus obras no se encuentra en el referente que se muestra ante nuestros ojos, sino en la inasible levedad de sus referencias. La crítica reciente parece proclive a resaltar un retorno a la estética de la belleza, una especie de nueva búsqueda de un equilibrio que mitigue el desánimo y la desorientación de este nuevo siglo. Me complace poder comentar esta obra pues creo que empieza a participar de la anticipación a un retorno a la paz, la armonía y el equilibrio que todos debemos tratar de conseguir.
Exposición: Anywhere, Thomas Wrede, Galerie Wagner & Partner, Berlin
Foto: de la serie Real Landscapes, Thomas Wrede