En los Estados Unidos de América puedes sacar fotos de la gente en la calle y exponerlas sin su permiso siempre que lo hagas con fines artísticos, de manera que toda reclamación o demanda contra el fotógrafo, que pudiera hacerse por parte de aquellas personas que salieran en la imagen, nunca podrá prosperar.
Philip-Lorca diCorcia (Hartford, Connecticut, 1951) ha construido una parte de su obra, no sólo haciendo directa y personalmente sus fotografías en las calles, sino usando, por control remoto, múltiples flashes estroboscópicos y cámaras fotográficas emplazadas en las mismas, retratando así a la sociedad que deambula por ellas de una manera clandestina y aséptica, lo que le ha granjeado que una gran parte de la crítica hable de su capacidad para haber reinventado el género de la fotografía de calle y la noción del momento decisivo que popularizara Henri Cartier Bresson y que luego elevaran a su máxima categoría Paul Strand, Walker Evans o Helen Levitt.
Otra gran parte de su producción artística se constituye por imágenes que coexisten entre lo documental y lo teatral, de manera que no sería desatinado decir que podría ser catalogada como una especie de documental ficcional, que se nutre de referencias evidentes de la moda, la publicidad y la fotografía comercial y cuya característica esencial es la de proponernos narraciones cargadas de tensión psicológica y del misterio que se encuentra en los dramas cotidianos.
Foto Portada: de la serie A Storybook Life de Philip-Lorca diCorcia
Fotos: de Philip-Lorca diCorcia
1 y 2 de la serie Hustlers
3 y 4 de la serie A Storybook Life
5, 6 y 7 de la serie Heads
8, 9 y 10 de la serie Street Work
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