Aunque pudiera creerse que el debate de lo analógico y lo digital en fotografía se encuentra apagado, los rescoldos del mismo aún se mantienen encendidos cuando se trata de la producción fotográfica personal en tanto arte.
A veces creemos que dicho debate se dilucida en torno a una u otra tecnología, pero pocas veces pensamos o creemos que pudiera ser que algunos autores se hubieran decidido por tomar lo mejor de una y otra.
La obra fotográfica de Sébastien Redon Lévigne (Lyon, Francia, 1975) se origina en lo analógico y concluye en lo digital, porque utilizando una vieja Elioflex Ferrania de 4×5 pulgadas, procede a escanear el negativo obtenido para tratarlo posteriormente con Photoshop.
Con todo y dicha la exégesis del aspecto material de su obra, lo importante es que la misma se inspira tanto en obras de la pintura clásica como en la de los pioneros de la fotografía, no rehuyendo el uso de procedimientos antiguos en los que el fotomontaje juega un papel primordial.
Obra sutil, frágil, evocadora y enigmática en la que las sombras se imponen a la luz para proponernos el paraíso o el infierno según sea la mirada que se enfrenta a descubrir el misterio oculto en la memoria del fotógrafo.
Foto Portada y fotos: de la serie Bouquet de nerfs de Sébastien Redon Lévigne
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