Hace unos días cuando leía un magnífico artículo de opinión de Felipe G. Gil (el diario.es) titulado Kirikú llegó hasta Ceuta, entró en mi correo electrónico la noticia del galardón del Primer Premio del World Press Photo otorgado a John Stanmeyer.
Si algún día decidiéramos conocer la esencia de nuestro país, no tendríamos nada más que leer los titulares de la prensa digital e ir directamente sin leer el artículo, de que se tratara, a los comentarios de los lectores. Se trataría de un ejercicio para el que desde luego necesitaríamos bastantes agallas.
Que Europa tiene un conflicto a través de las fronteras de España es algo tan evidente como palmaria la incapacidad de nuestro Gobierno para implicar a los otros gobiernos y a la sociedad europea en la búsqueda de soluciones.
Que no es fácil evitar que se traspasen las fronteras sin recurrir a medios policiales es tan claro como la negativa de Europa a asumir su responsabilidad por el expolio perpetrado, por ella misma, sobre los recursos de los países de donde son originarios los miles de sus ciudadanos que no tienen para dar de comer a sus familias y que pretenden cruzar esa frontera.
Que no es posible recluir en centros de estancia a tantos miles de migrantes como los que están y estarían a la espera de asilo o deportación, es tan diáfano como el hecho de que Europa no reconozca que muchísimos de ellos huyen de las bombas, los proyectiles y las balas que la propia Europa ha vendido a los gobiernos de origen de tales migrantes.
Que pensar que los migrantes representan un problema para nuestra sociedad, para nuestro trabajo y nuestro futuro, es no querer ver que los que estamos de este lado de la frontera hemos sido obligados por nuestro gobierno y por los gobiernos de Europa, a ser migrantes de nuestras ideas, de nuestro trabajo, de nuestra educación, de nuestra sanidad, de nuestros derechos, de nuestro futuro…
Admiro la capacidad de todos esos migrantes africanos para encontrar respuestas que muchos de nosotros no encontramos ya en Europa.
Admiro su disposición para buscar una luz en la obscuridad que les guíe hacia un futuro mejor, una luz que se extingue ya exangüe entre nosotros.
Admiro el brillo de sus ojos para encontrar esperanza, muy a pesar de la durísima prueba de vida que soportan, un brillo que en nosotros declina como la luz de una puesta de sol estival.
Admiro su creencia – a pesar de que saben que pueden morir- en la democracia y la justicia, una creencia cada vez más débil entre nosotros ante tanta corrupción e injusticia.
Foto: Signal (African migrants on the shore of Djibouti city at night) de John Stanmeyer