Las políticas neoliberales extendidas por todo el mundo tienden a erosionar las formas de vida de manera que los movimientos sociales contemporáneos no se nutren del antagonismo de clase entre capital y trabajo, como en el siglo pasado, sino que se alimentan de las variables que conforman las propias formas de vida, tales como la igualdad, la calidad de vida, la democracia, la transparencia, la autorealización, los derechos humanos la preservación del medio ambiente o la integración racial.
Como dice Irmgard Emmelhainz: el neoliberalismo se define como un sistema regido por la economía del libre mercado, la privatización del estado de bienestar y una buena parte de los servicios gubernamentales (educación, salud, energía), subcontratar al sector privado y cambios en las leyes laborales y en los derechos de los trabajadores al igual que una división trasnacional del trabajo. En cuanto al sistema de control, el neoliberalismo combina un régimen policial militarizado con tolerancia represiva: gobernando con soberanía diferenciada –unos como “ciudadanos” y otros como “no-ciudadanos” o excluidos –, implica una lógica de securitización y el afianzar la libertad de expresión y la ‘”calidad de vida”. Las figuras políticas moldeadas y gobernadas por el régimen neoliberal son: el homo oec onomicus (o el emprendedor, responsable de su propio bienestar y el administrador de su propio capital humano) y el sujeto de derechos (en el sentido que el Estado se encarga de garantizar que los derechos humanos de los ciudadanos sean respetados). Aparte de ser un sistema económico y político, podríamos plantear al neoliberalismo como una manera de relacionarse con el mundo, la naturaleza, las cosas y los seres, presuponiendo el crecimiento y desarrollo ilimitados. También es una manera de vivir y trabajar: ya que la distinción entre tiempo de vida y tiempo de trabajo ha sido borrada bajo este sistema, los seres humanos han sido puestos a trabajar más allá de sus capacidades mentales y físicas.
Tomando esto en cuenta, podríamos definir al neoliberalismo como una sensibilidad que moldea subjetividades, empapa al arte y a la cultura, diferencia al tiempo que homogeniza a la gente, le da forma a las vidas y a los deseos. La sensibilidad neoliberal confunde a la información con el conocimiento, le da forma al espacio y por lo tanto a las relaciones sociales, normaliza la violencia. También ha creado formas de ver al mundo a partir de un sentido común que justifica la destrucción y el despojo con nociones de reforma, mejora y desarrollo.
La serie The Crack-Up de Sorel Seele se sitúa en el centro de los acontecimientos sociales que nos afectan como individuos y que nos provocan múltiples convulsiones, pues toma, como referencia, la realidad actual en la que individuo y sociedad se ven sometidos a una permanente inestabilidad y a constantes cambios provocados por las modificaciones económicas y sociales que generan las políticas neoliberales.
En este contexto, lograr conocer el papel del arte se torna una tarea tan compleja como difícil y Sorel Seele, con esta obra, no trata ya de apelar a la crítica postmodernista, sino que persigue integrarse plenamente en las formas de vida y hacer visible lo que no existe desde otro punto de vista, contagiando -con ello- la actitud de los que no tienen nada que ganar o perder.
Nota: The Crack-Up se integra en la exposición En confidencia, la Tempestad (comisariada por Xavier Lucas) que se exhibe en la actualidad en Sitges junto con obras de Tito Inchaurralde y Andrea Lolicato.
Foto Portada y Fotos: de la serie The Crack-Up de Sorel Seele
Click para ampliar: