Siempre tuve una predisposición especial por las imágenes del amanecer o el atardecer y como habitante de una isla, por las que se producen en la imprevisible fusión entre el cielo y el mar en esas horas.
Tal vez sea el hecho de que en un instante efímero e imperceptible no pueda saber si el tiempo empieza o termina, que desconozca si es el fin o el término de un nuevo tránsito de la luz a la obscuridad o viceversa. Acaso pudiera ser que principio y fin no son más que la misma imagen especular de lo real.
Se me antoja que vivimos unos tiempos que se abaten sobre nosotros como un momento histórico cuyos efectos no alcanzamos a percibir del todo, pero estoy convencido, que en esa dualidad, que nunca he logrado discernir bien y que tanto me atrae de esas imágenes, se encuentra la necesaria predisposición que nos permitirá salir de este momento crucial.
Todo anochecer comporta siempre un amanecer.
Foto: Michael Krauss, de la serie Sea & Sky