Muchas veces acotamos los diferentes momentos sociales y culturales por los que pasa la humanidad, con la pretensión de acuñar una idea o concepto que nos permita aglutinar un período más o menos amplio de tales instantes.
La fotografía tiene adherida lo documental como una parte consustancial de sí misma y, sin embargo, a lo largo de su historia se han establecido y definido algunos momentos de su transcurso, enunciándolos -precisamente- a través de la noción de fotografía documental. Así podríamos citar, a modo de glosario, la fotografía realizada durante la I Guerra Mundial, la llevada a cabo durante el Farm Security Administration en la gran depresión norteamericana, la efectuada en la II Guerra Mundial, el apogeo de las revistas ilustradas y otras tantas hasta llegar hasta nuestros días .
Con todo y a pesar de su pérdida de protagonismo a raíz de la irrupción, primero de la televisión y, hoy, de internet, la fotografía denominada documental, ha logrado subsistir como género fotográfico en el que se han interesado, tanto los fotógrafos/as, como los artistas visuales, aunque hablar, en la actualidad, de fotografía documental resulta complicado en plena era digital en la que una inmensa mayoría de personas se han convertido en productoras de imágenes de lo que acontece diaria e instantáneamente, ya sea con una cámara de fotos o vídeo o con un teléfono móvil.
No obstante aun persisten hoy algunos autores y autoras que son capaces de seguir encontrando una manera diferente, única y excepcional de continuar documentando la vida, la sociedad y la cultura.
Este es el caso de Lucía Herrero (1) que en su serie Tribes pone en escena una suerte de antropología fantástica que a modo de fotografía social, sigue los pasos iniciados por algunos de los grandes maestros contemporáneos del género, que -como ella- se empeñan en una tarea de reformulación y renovación de lo documental.
«En mis fotos los representantes de la clase media aparecen como seres vulnerables. Están casi desnudos, pero están orgullosos de lo que son y de lo que hacen. Son hermosos a pesar de las imperfecciones de sus cuerpos»
Un extraordinario trabajo fotográfico, el de Lucía Herrero, que casi parece un bodevil, una opereta tragicómica que convierte lo banal en un acto de reflexión sobre la sociedad de consumo y la cultura del turismo, y que no estando exento de buenas notas de surrealismo, pone en evidencia una parte de la sociedad que la fotógrafa ha querido describir entre lo teórico y lo pragmático, entre lo onírico y lo real.
(1) (Nacida en 1976, estudió arquitectura en el Instituto Politécnico de Madrid, fotografía en diferentes escuelas de Madrid, Valencia, Amsterdam y Barcelona, así como teatro con la técnica Jacques Lecoq en Barcelona)
Foto portada y fotos: de la serie Tribes, Lucía Herrero, Todos los derechos reservados.
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