Fotografía contemporánea por Francisco González Fernández.

Una nueva era

Vivimos un tiempo histórico que a muchos de nosotros se nos antoja crucial y que intuimos va a transformar muchos de los principios sobre los que se asienta nuestra civilización. Más pronto que tarde vamos a tener que aceptar que nada de lo que hagamos va a dejar de producir efectos sobre los demás, de manera que la interdependencia a escala mundial, eso que llamamos la era de la globalización, no sólo va a afectar a los mercados y las finanzas, sino que va a terminar por implicar a todos nuestros comportamientos como seres humanos. Construir nuestras vidas sobre el axioma del yo individual va a quedar definitivamente arrinconado en la historia.

Con frecuencia me planteo una pregunta en estos tiempos de crisis económica y financiera, en estos tiempos de crisis de valores y de los sistemas por los que se rige nuestra vida cotidiana, interrogándome acerca de cuál es el papel que le toca desempeñar a la gente de la cultura y a los artistas en estos momentos.

Algunos están seguros de que ahora no hay lugar para el arte y la cultura, pues consideran que se trata de acciones humanas superfluas y que, por ello, no conviene malgastar ningún recurso en ellas en beneficio de la salud financiera comunitaria.

Otros estiman que sólo aquellas manifestaciones más rentables del arte y la cultura deberían ser las únicas que tendrían que mantenerse, esto es, solamente se debe defender aquello que deviene una producción material rentable.

Finalmente, unos pocos creemos que es ahora cuando debemos hacer todo lo posible por orientar nuestras vidas hacia todas las manifestaciones del espíritu y de la conciencia, es decir, ocuparnos de todo aquello que ponga en valor lo intangible del ser humano.

Necesitamos sinceridad. Necesitamos serenidad. Necesitamos meditar acerca de los efectos que nuestro comportamiento provoca a nuestro alrededor, tanto en las personas como en nuestro entorno y en nuestro hábitat.

Debemos hacer todo lo posible porque nuestra imaginación nos transporte hacia mundos mejores y que nos comprometamos a hacerlos realidad. Y en esa tarea son las gentes de la cultura y los artistas, quienes con su mirada crítica y generosa, con su actitud de permanente vigilia sobre la realidad y sus apariencias, con su perpetua vocación de mostrarnos sus mundos imaginarios, se erigirán en los únicos capaces de aportarnos la luz adecuada que nos guíe en la nueva era que está a punto de abrirse ante nosotros.

Foto: James Vernacotola