La vida no suele darnos tregua en nada. Es como un reloj de arena que no puede detenerse por nada ni por nadie. Pero a veces somos nosotros mismos quienes tenemos que apartarnos a un lado para poder recobrar el aliento y el equilibrio emocional que nos permita volver a coger fuerza para continuar con nuestro camino, aunque ello no impida que la arena del reloj caiga inexorablemente.
Ha sido un tiempo de descanso en el que un cúmulo de acontecimientos han hecho que él mismo se extendiera más de lo que hubiera deseado, y aunque se trata de una labor que ejerzo voluntariamente y sin esperar retorno ni dividendo alguno me siento obligado, conmigo mismo y con quienes siguen las publicaciones que hago, a continuar con esta tarea para así volver a empezar una nueva temporada en la que seguiré exponiendo la obra fotográfica de las autoras y autores que seduzcan mi mirada y me den su permiso para exponerla.
El mundo vive tiempos convulsos en lo político, lo social y lo económico, tal vez muchas de las reglas por las que el mismo se regía hayan quedado obsoletas y desfasadas. En estos tiempos la desigualdad entre unos y otros se ha acrecentado exponencialmente impidiendo y dificultando los acuerdos y consensos que nos posibilitarían coexistir pacíficamente entre todos y que nos permitirían respetar las leyes de la naturaleza. Una naturaleza que cada vez se muestra más beligerante con la propia humanidad, como si ella misma tratara de advertirnos de que no es posible vivir sin respetarla y cuidarla. En verdad no podemos seguir dándole la espalda.
Vivo en una tierra en la que la voracidad y la avaricia del hombre ha hecho y hace desaparecer la poca naturaleza que existe para sustituirla por cemento, hormigón, edificaciones y construcciones que pretendidamente se hacen para el disfrute de los millones de personas que la visitan y para el beneficio económico de unos pocos. Dentro de un tiempo, que se me antoja muy corto, la naturaleza en mi isla no será más que un recuerdo en la mente de algunos seres humanos o la imagen fotográfica de su extinta existencia.
La fotografía tiene la capacidad de hacernos ver el mundo de muchas maneras. Tiene la virtud de permitirnos interpretar la realidad y de hacernos ver los diferentes perfiles que la misma encierra. Tiene el poder de convocarnos para asistir a la representación de las ideas y conceptos, de las fábulas y ficciones, de las historias, cuentos, poesías y narraciones de personas que nos las exponen ante nuestros ojos para su contemplación, para la reflexión y para nuestro disfrute, pero a pesar de todo ello me gustaría que tuviera también el poder de hacernos cambiar y erradicar todo lo que de desalmado, cruel, brutal y despiadado tiene el ser humano.
Vuelvo a empezar la próxima semana con una muestra maravillosa de la última obra de Iness Rychlik. Hasta entonces.
Foto: The last tree de Francisco González.
Starting over
Life doesn’t usually give us respite in anything. It is like an hourglass that cannot be stopped by anything or anyone. But sometimes it is we ourselves who have to step aside in order to catch our breath and recover the emotional balance that allows us to regain the strength to continue on our way, even if this does not prevent the sand from falling inexorably.
It has been a time of rest in which a series of events have made it take longer than I would have wished, and although it is a task that I carry out voluntarily and without expecting any return or dividend, I feel obliged, with myself and with those who follow the publications I make, to continue with this task in order to begin a new season in which I will continue to exhibit the photographic work of the authors who seduce my gaze and give me their permission to exhibit it.
The world is going through turbulent times politically, socially and economically, and perhaps many of the rules by which it was governed have become obsolete and outdated. In these times, inequality has increased exponentially, preventing and hindering the agreements and consensuses that would enable us to coexist peacefully among all and that would allow us to respect the laws of nature. A nature that is increasingly belligerent in its selection towards humanity itself, as if it were trying to warn us that it is not possible to live without respecting and caring for it. We really cannot continue to turn our backs on it.
I live in a land where man’s voracity and greed has made and continues to make the little nature that exists disappear to replace it with cement, concrete, buildings and constructions that are supposedly built for the enjoyment of the millions of people who visit it and for the economic benefit of a few. In a time, which seems to me to be very short, nature on my island will be nothing more than a memory in the minds of some human beings or the photographic image of its extinct existence.
Photography has the ability to make us see the world in many ways. It has the virtue of allowing us to interpret reality and to make us see the different profiles it contains. It has the power to summon us to attend the representation of ideas and concepts, of fables and fictions, of stories, tales, poems and narrations of people who expose them before our eyes for our contemplation, for our reflection and for our enjoyment, but in spite of all this I would like it also to have the power to make us change and eradicate all that is heartless, cruel, brutal and merciless in human beings.
I’ll start again next week with a wonderful selection of Iness Rychlik’s latest work. Until then.
